El día que llegó a aquel vecindario llevaba pocas cosas consigo, muy pocas al parecer de muchos, un par de sofás raídos , una mesa de comedor, un par de sillas, una cocina, una pequeña nevera y muchas, muchas cajas, con rótulos luminosos de frágil.
Amanda, una chica de u

Nadie sabía nada sobre ella, de su trabajo, familia, ni de su pasado. Todos los días salía de su casa en punto a las seis, caminaba rápidamente por toda la cuadra y esperaba el autobús a la vuelta de la esquina, pocas veces saludaba, la mayoría solo se concentraba en sus extrañas lecturas y en la música de su reproductor MP3.
Por la tarde, llegaba a las seis, prácticamente nunca se retrasaba y nunca recibía visitas, a excepción de algunos fines de semana en que se la veía caminar en compañía, a veces un chico otras veces una chica.
Nunca la vieron salir tarde, ni hacer fiestas, reuniones o cosas similares, solo se podía observar a través de la cortina de su recámara que la luz era apagada pasada la media noche y a veces parecía estar observando por la ventana.
Todo parecía transcurir con toda naturalidad en aquel lugar, pero lo cierto era que Amanda ocultaba mucho más tras esa mirada melancólica y mezquina.
En noches sin luna salía y regresaba protegida por la oscuridad de la noche, procurando no ser vista por vecinos y curiosos. Tan solo un par de veces había regresado acompañada de un caballero que compartía su misterio y que se escondía de las miradas.

Si bien es cierto, nunca se escuchó ningún indicio de una vida anormal dentro de la casa, indudablemente, cuando la puerta se cerrada, un mundo diferente se gestaba dentro. Tras el golpe seco de la puerta, Amanda se transformaba en alguien diferente... era entonces cuando todo comenzaba a dar un giro y su lado tenebroso manaba de su interior como poseyéndola.
Hacía llamadas a diferentes personas, amenazaba a sus interlocutores con detalles de situaciones y momentos vividos por el acosado, mientras reía siniestramente.
Lo que si resultaba cierto, era que Amanda nunca parecía sentir pena por ninguno de los hechos, más bien se le notaba más alegre y jovial, pero nadie sospechaba, era que la dulce Amanda era la única responsable de todos los hechos acontecidos, no solo en su oficina, sino, de los que también habían comenzado a ocurrir en su vecindario.
Sus vecinos, comenzaron a frecuentar los centros de salud, y allí, tras no mejorar, salían en ataúdes o en bolsas para la morgue. Algunos en la cuadra decidieron mudarse, al no saber razones sobre las muertes, Amanda por su parte parecía seducir con su cabellera roja a alguno que otro hombre que aún quedaba en la cuadra, sin embargo, nunca dio indicios de querer dejarse seducir… claro que, si ella decidía dejarlo caer en su red, el pobre iluso no volvía a ser el mismo, o se quitaba la vida sin razón aparente, ella permanecía impasible, con todos sus pasos perfectamente cubiertos.
Pero, qué llevaba a una chica, aparentemente normal a comportarse de esta manera?
Sus víctimas, todas y

Fueron algunas de sus víctimas compañeras de escuela y colegio, amigas de la universidad, doctores, familiares y muchos hombres que en algún momento le rompieron el corazón.
Los asesinatos, todos tan meticulosamente planeados, terminaban sin rastro que seguir, sin pruebas suficientes como para asociarla a tantas muertes. Pero tras la puerta cerrada de la casa, decenas de botellas de venenos mortales, libros con anotaciones y cálculos detallados hasta el límite, figuraban entre sus posesiones más importantes, los manuales para degollar y atacar los órganos vitales estaban cubiertos de gotas secas de sangre. Cuerpos mutilados, quemados, azotados, apuñalados y envenenados eran parte de su macabra obra.
Al día de hoy, permanecen sin resolver todos los casos y Amanda recorren las calles, trabajando en alguna sucursal de una compañía de renombre, dejando incógnitas de muertes a su paso.
Así es que querido amigo, ten cuidado al caminar por las calles llenas de sombras, que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina en manos de la chica pelirroja, de melancólica mirada llamada Amanda.